LA ABSURDA MANÍA...


 Siempre he tenido la absurda manía de conservarlo todo...

Desde las dedicatorias y felicitaciones de cumpleaños, a las cartas con faltas de ortografía que me escribían mis amigas. Lo conservo y lo guardo todo en una pequeña caja que se ha ido llenando con el tiempo de garabatos que me pintaba mi hermano, dibujos que me hacían esas amigas que siempre han sabido dibujar o cualquier cosa que tuviera un valor para mí, como: entradas de cine y  teatro, planos de exposiciones...
Con el tiempo, la caja se fue quedando pequeña y tuve que guardar todas las cosas en una más grande, donde pudieran caber nuevos recuerdos, fotos de momentos importantes, postales de viajes o pulseras de la amistad.
La caja se fue llenando poco a poco con pequeños retazos de momentos felices.  

Y como tengo la absurda manía de conservarlo todo... 
También tengo otra pequeña cajita, una que no se ve, ni se puede tocar, pero pesa. Pesa mucho y está escondida en mi interior. 
En esta caja he ido guardando a lo largo de los años mis momentos más tristes, los difíciles, las desilusiones, las decisiones que pospuse o las lecciones amargas que me ha enseñando la vida.
Con el paso de los años, he ido acumulando cosas que parece que nunca se van a ir, y a veces, la caja puede ser más pesada que la que contiene todos mis momentos felices. Mucho más pesada que todas las cosas bonitas que se acumulan en la vida. 
Ese es el problema de conservarlo todo, porque, a veces, hay que tirar y vaciar, para que las cargas del alma sean livianas... y nos dejen volar. 





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